COMO AQUEL 19 POR: RODOLFO HERRERA MENDOZA.

05.06.2010 22:12


Miré los ojos de Jerry, un poco inyectados en sangre, le salía a borbotones en su expresión. Era un trance “increíble de creer” como dijo un amigo hace muchos años. Lo canto!...lo canto...!   rugió nuestro narrador, con una voz que le salió de las entrañas. Y un bramido monstruoso bajó de la tribuna.

No era sangre de las venas, la sangre del alma se bombeó en todos los latidos. Cuánto tiempo habíamos esperado este momento. Por el oficio, a veces tan ingrato.  Por los hijos, por la familia. Por algo tan simple y tan profundo… Una pasión.

El gol de Carlos Bacca llegó como un hálito del destino, tal vez enviado para resolver una ecuación sin solución aparente. Recordé aquel instante, casi 17 años atrás, la agonía de aquel partido ante el América, con las miles de manos cruzadas, las súplicas que tocaban las estrellas. Cuántas plegarias, cuantos  Dios mío llegaron a los oídos del omnipotente. 

Ante la equidad no apareció la magia de Valderrama, el pase a Mckenzie; pero sí la cámara lenta de aquel remate final, la gambeta sobre Córdoba y la explosión de emociones. Aún sostengo en la mente el globo tras el rebote que da en Bacca y la estupefacción en los rostros siguiendo la gotera que se envuelve en las redes  y otra vez los ojos con una expresión inefable. La felicidad plena no existe; pero estas ráfagas intensas la compensan. Son los momentos que uno guarda para siempre en una minúscula caja de pandora.

No obstante la angustia vivida, esta mañana me levanté y le di gracias a Dios por ese instante, por permitirme vivirlo con gente buena, con amigos que comparten los retos del día a día; personas que  al igual que yo,  un día pusieron un pie en esto,  más que por fama o fortuna porque un lazo invisible los había ligado al fútbol, al Junior.